Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 20 de Septiembre del 2006
Hola buzos
los días van cayendo del calendario, uno tras otro y las aventuras y desventuras están a la vuelta del fin de semana. En estos momentos y después de haber caído varias tormentas la visibilidad del agua es de unos 15 metros en las zonas más favorecidas y unos 10 en ciertos lugares. La temperatura del agua es de unos 22ºC en superficie y con una termoclina de unos 19 graditos más allá de los 14 metros de profundidad y supongo que bajando a lo largo de la semana.
El Amarrador: (Crónica de hace unos días)
El día amaneció con una mar plana de postal. A lo lejos se veía como un banco de peces hacía hervir el agua con sus movimientos desesperados, rasgaban la superficie. La temperatura del agua 22 graditos. El día era perfecto para que la tribu se deshiciera de las burbujas poseídas de la mala leche de la semana y que, en forma de setas, surcaran los cielos explotando en la superficie.
La inmersión la haremos en el Jardín, comentaba en el brifing, pero al tener a la vista las enfilaciones veo que en ellas se encuentran ya fondeados 5 embarcaciones de buceo, con sus correspondientes hombres rana, lo cual me hace tomar una decisión precipitada. En un abrir y cerrar de ojos veo que el fondeo del amarrador está en su sitio, así que al ataque.
El amarrador es una inmersión en forma de bota rodeada de arena y cascajo que desciende en vertical desde los 25 metros hasta los 40 aproximadamente. Es una inmersión que debido a su distancia de la costa tiene una vida completamente diferente, estando toda la pared recubierta de unos colores alucinantes. Sus langostas son de considerable tamaño, los nudibranquios son primos del primo del de zumosol, algunos tienen las rastas tan pobladas que tienen que utilizar suavizante. Los pulpos hacen el amor delante nuestro si cortarse ni un pelo. Los tres colas anaranjados nos indican de donde viene la corriente. Los corales me mantienen alejado de la pared. El sentir mi aleta rozar durante el buceo me produce dolor. Una buena flotabilidad es fundamental.
– «¡¡BUZOS!!», me dirijo a la tribu de los escupidores, que como bien os podéis imaginar ya todos se encontraban ensalivando sus respectivas máscaras y haciendo aquella caidita de costado al neumático de la embarcación para bendecirlas con agua santa y así quitarle los grumos que hasta hacia un momento se encontraban adheridos al cristal.
– «La situación es la siguiente: ahí tenemos un montón de buzos y aquí en esta nadie. ¿Qué os parece?»
Después del consecuente brifing a la pregunta de: «¿Entramos?» Los buzos asienten con la cabeza. Pregunto uno a uno. Los conozco. No tendrán problemas. Últimas comprobaciones y comenzamos el descenso. A diferencia de unos días atrás, la visibilidad en aquella zona no era muy buena. Escasos 3 metros en las mejores esquinas de la roca. El fondeo se pierde en el agua verde. Lo han puesto a casi 40 metros de profundidad y con la visibilidad que hay apenas se distingue.
La inmersión trascurre con normalidad. Los buzos se regalan con cada una de las hendiduras de la roca. Mamá medusa, también conocida en todo el mundo como «recicleitor», se entretiene quitándole un sedal a una maravillosa gorgonia que se está asfixiando con sus propias hermanas las algas por culpa de un sedal traicionero del curricán que se ha enredado en su abanico de animalillos.
Veinticinco minutos de buceo y ahí estamos, coronando los 25 metros de mínima que tiene el amarrador y el fondeo no se ve por ningún sitio. Nos envuelve una masa de agua fría y verde. Indico a los buzos que se detengan y bajo con 100 atmósferas a buscar el fondeo. Mi muñeca comienza a emitir los malditos pitidos, hasta ese momento había evitado entrar en deco y el dichoso ordenador ya me está penalizando. Bajo. Busco. Sigo. Me detengo. Miro a un lado, al otro. Me vuelvo a detener y no hay manera. No la encuentro. El fondeo no está. La piedra no me habla.
Comienzo a ascender despacio, no quiero mosquear a mi computador, y veo a los buzos que esperan buena nuevas. En un gesto de… ni p… idea marco las señas de ascenso y un movimiento de brazos para indicar que poco a poco. Uno de los buzos tiene problemas con la flotabilidad. Entre dos hacemos que aquel ascenso sea igual que el salto en tandem con paracaidistas, pero al revés, despacito y hacia arriba con el buzo en posición horizontal y un buzo por cada extremidad. El ascenso es suave y relajado.
Mi globo se va preparando con la combinación de buzo-globo. Lanzo el globo hacia arriba. Consigo señalizar la zona a las embarcaciones. Otro buzo baliza también con su globo. La corriente nos hace derivar. No sé donde ascenderemos. Los últimos buzos que se quedaron ascendiendo, aunque nos son invisibles, por un momento nos indican donde se encuentra el amarrador con sus burbujas, así que todo el grupo mantiene un suave aleteo sin perder aquella masa de burbujas que aparece delante nuestro.
Sabemos que la embarcación está justo encima del amarrador.
A 5 metros los buzos cogen sus manómetros y el sorteo queda repartidito. El que más aire tiene: 70 bar, y el que menos 30 bar. De decos la cosa no quedó del todo mal. Hubo hasta el que pilló el reintegro con 16 minutos y yo el que menos con 4 minutos. Termino la deco y les indico que tranquilos, que yo ya me he salvao, que los dejo ahí. Cuando me dispongo a terminar mi ascenso veo el cabo de fondeo que se encuentra a 5 metros de nosotros. La alegría me recorre las venas. Todo el mundo al cabo y ya están los buzos en circulo bailando una sardana al son de la corriente que nos hace mantener la posición debajo de nuestra embarcación.
En un abrir y cerrar los ojos me estoy quitando el equipo. Mientras, la marinera me pregunta que pa que he echado el globo?
– «Luego te lo cuento. ¿La botella de reserva donde está? Dame un cabo. Corre. Los buzos están con deco y no tienen aire para terminarla.»
En un suspiro paro, respiro profundo y dejando caer en el mar la botella biberón observo como los buzos cogen los reguladores, abren la grifería y comienzan a dar bocanadas de aire.
La cosa no había salido mal del todo. Los buzos sanos y salvos se encuentran en superficie con cara de felicidad, comentando la movida y sacando sus respectivas conclusiones. Quizás habría ido bien un cabo guía desde el cabo de fondeo hasta la cumbre del amarrador, nos habría servido de guía, pero la improvisación es a lo que nos lleva. Si la visibilidad hubiera sido como la anterior inmersión hubiéramos dado con el fondeo, pero al ser tan mala y no preverlo tuvimos que hacer un ascenso en el azul desde 25 metros de profundidad, sin saber donde iban a dar nuestros huesos mientras la corriente jugaba con nosotros y nos hacia derivar. Ya sabéis que nuestro depredador numero uno son las embarcaciones que no ven o ignoran nuestras señalizaciones y la salida a superficie siempre es delicada.
Al final otra aventura más.
Buen Buceo Buzos,
Fran.