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Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 10 de Septiembre del 2006

Hola buzos

La temperatura del agua en estos momentos es de unos 23 grados en superficie y unos 19 donde comienza la termoclina. La mar la hemos tenido en calma.

La inmersión multiorgásmica es aquella en la que además de sentirla tú, la consigues trasmitir a los demás.

Inmersión en Planetas:

Además de tener unos fondos completamente poblados de salmonetes que a media tarde descansan en sus piedras, Planetas es un lugar ideal para guarecerse de la mala leche del garbí. Cuando sopla garbí, en Planetas, nos encontramos buceando a sotavento del bunker que da la bienvenida a Sant Feliu de Guíxols, ciudad castigada por el paquito. A 23 metros de profundidad encontramos una mina antibuque de alguna guerra asquerosa. Está algo enterrada, pero se distingue perfectamente. Incluso algún día, por efecto de la narcosis, llegué a ver el cable rojo y el negro. En la misma esquina, escondidas entre agujeros, las langostas que tienen aquí su residencia fija mueven sus antenas sin perro lazarillo que las guié. Sus bastones tantean el liquido en busca de algún peligro. Al menor movimiento sospechoso sus antenas comienzan a rascar la una contra la otra produciendo un serreo parecido al de los carpinteros. Este ruido trasmitido por el liquido alerta a sus vecinas que ni cortas ni perezosas se esconden en lo fondo de su furaco.

A pocos metros de allí y a una profundidad de 24 metros, un mini pecio da vida a un trozo de arena, que ahora se encuentra poblado de comatulas de colores rojos, verdes, amarillos. El talud ya tiene una fina capa de piel y de vez en cuando algún pulpo pone sus huevos allí quedándose el pulpo de imaginaria velando por el pecio.
Siguiendo la última barra que nos conduce al fondeo, una urna funeraria, que pierde algo de polvillo, nos mete el miedo en el cuerpo y nos hace mirar el manómetro.
Ya estamos llegando al fondeo. El ascenso, bien lentito como a mi me gusta… últimas miradas de manómetros y ordenadores…. el penúltimo «ok» y deslizándonos por el liquido vamos ganando altura… de repente, y cuando aun me quedaban dos palmos para romper la superficie, mi recién licenciado en OWD, me toca el brazo asustado e intrigado. Me pregunto como ese sujeto se atreve a tocarme el brazo estando a punto de terminar mi buceito y estaba medio saliendo de mi trance sideral. El buzo, tímido aun de haberme conocido en el curso, me señala una maravillosa raya que apenas a 2 metros de mi se contonea al más puro rige y dándole salsa se empieza a mover su barriga blanca. Invita a seguirla y como si me terminara de convertir en tortuga saco mi cabeza a superficie tomo una bocanada de aire y grito:
– «¡UNA RAYA!»

Los buzos de superficie, en menos que dura una firma, ya estaban con la máscara mirando aquel espectáculo erótico-festivo que estos días nos están dejando unas cuantas rayas que circulan por el arrecife, supongo que para reproducirse.

Las caras de los buzos lo dice todo.Están teniendo un multiorgasmo subacuático. Todos lo han visto. El buceo ha tenido postre.

En las últimas semanas están acercándose a la Costa Brava un montón de rayas pastinacas. Las están viendo junto con las medusas huevo frito. En la consejería de medio ambiente de algunas poblaciones ya han recibido las quejas de bañistas que asustados por lo de la muerte del cocodrilo dandi piden justicia. No quieren que sus niños se bañen con semejante aberración de la naturaleza. Hay que matarlas. Son malas… dicen.

El arrecife de Port Salví está en pleno esplendor. Miles de peces pueblan sus rincones. Esta mañana, buceando en el camello, un enjambre de castañuelas estrellaban el agua cristalina y limpia que con los rayos de sol parecía que fuese a aparecer el mismísimo neptuno. Apenas ruido de embarcaciones y una suave corriente nos desliza por el agua. Dentones, lubinas, sargos imperiales, el abanico de peces. Mi alumno lo va clasificando en su guía sumergible donde lleva las fotos de aquellos seres que hasta el momento se le habían vuelto invisibles y de pronto otra raya. Esta vez se nos aproxima dibujándose una mancha oscura en el azul. Su manto se mueve como el vestido de las faralaes. Los buzos flipan el momento. La raya hace un quiebro al estilo ronaldiño y vuelve a desaparecer por donde la vimos venir.
Parada de seguridad y nuestros ojos observan el horizonte en busca de aquel baile ondulante, abiertos como los de los dibujos japoneses y apunto de salirse de sus cuencas. Lagrimean, sin recompensa a cambio.

Buen Buceo Buzos,
Fran