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Buenos días buzos,
aquí estamos otra vez, con un nuevo año delante de nosotros y con nuestras bien merecidas dosis de nitrógeno.
Ahora mismo me encuentro con Janine en Tailandia y estamos a punto de embarcar en nuestro próximo safari Piscis Diving en las costas del Mar de Andamán.
Estos últimos días hemos estado buceando en el otro lado, el golfo de Tailandia:

Ayer cumplió años una de mis buzos más agradecida, la abuela de Janine y, como no, me la llevé a bucear. La visibilidad en esta parte de Tailandia en estos momentos no es muy buena. La concentración de plancton no te deja ver más de 2 metros delante tuyo, pero a Gisela le da lo mismo. La semana pasada tenían más de 20 metros!
Dos horas de navegación y ya estamos en el parque nacional marino de Tailandia.
Mi primera sorpresa es ver que en esta zona acotada a la pesca se encuentran fondeados varios barcos de pesca, lo que produce mi indignación, (ya me conocéis). Sin cortarme ni un pelo me dirijo hacia la cabina de mando y le pregunto al skiper:
– «¿que hacen esos barcos fondeados aquí?, ¿no es una reserva subacuática?»
A lo que el skiper me responde:
– «si, pero es que el ministro de pesca es el propietario del 90% de las embarcaciones de pesca en este lado de la costa de Tailandia, por lo tanto pueden hacer lo que les salga de los mismísimos …».
O sea que tenemos al ministrito de pesca propietario del 90% de la flota pesquera. Para más INRI, los pescadores, (como pasa en casa), son contratados de otros países, con el consecuente sueldo miserable, el cual no les llega aquí a los 40 euros al mes. Todo el puñetero día metidos en un barco que huele a gamba y donde las condiciones higiénicas no son las más adecuadas. Se les suele ver afinados en bodegas como si fueran esclavos, asomando la cabeza por los ojos de buey. Son los esclavos del siglo 21. Estos seres humanos son importados de Mianmar, país donde la dictadura que tienen está considerada de las más crueles del mundo, y el oligoelemento señor ministro seguro que va con Mercedacos del puñetero 15.
Malditas injusticias, sin irnos tan lejos…. solo paseando por cualquier puerto pesquero de nuestro litoral podremos ver que en los barcos son ya pocos los españoles que faenan en la mar, la mayoría suelen ser marroquíes y argelinos, que evidentemente cobraran menos que un español.

Por la noche este mar turquesa de la isla de Ko-Phangan está completamente iluminado por decenas de barcos, que en busca de las gambas se encuentran esquilmando el mar día a día sin descanso.
Me pregunto cuanto durará esto.
La isla donde tenemos nuestra residencia es lugar de desove de las tortugas, hasta hace muy pocos años. Ahora mismo cualquier tortuga que se le ocurra asomar el caparazón por este paraíso será vigilada hasta que ponga sus huevos y luego la decapitaran para vender su caparazón, comer su carne y como no, los huevos serán vendidos al maravilloso precio de 40 euros la unidad….

– «Gisela. Que nos ponemos el equipo», le decía a la abuela de Janine y en menos de 2 minutos estaba equipada y operativa, con sus 67 años. Un tirón hacia arriba del Divemaster cogiéndola por la grifería y ayudándola a desembuchar el cilindro de las garras de aquel barco pesquero, (ahora trasformado en el hogar de los llamados «la tribu de los escupidores»), y dando un paso de gigante ya estaba esperándome en el agua cogida de la cuerda y preparada con su tubo y regulador en la mano.
Le marco OK.
Y me responde lo evidente: (estoy preparada para bajar) con el dedo indicando hacia abajo.
Es su primera inmersión de los 67 y hace dos años que empezó a bucear. Dijo que no creía que le haría falta el cuaderno de bitácora donde registrar las inmersiones y ahora ya van 2 años y ya lleva cerca de 50 buceos. El marido con su tensión arterial controlada durante los 2 últimos años, para poder bucear sin ningún problema, se encontraba apunto de saltar no sin antes haber realizado el clásico ritual del gargajo en su máscara graduada.
La visibilidad era apenas 2 metros, tal cantidad de plancton había que David, que venía cerrando el grupo, cuando entró en el agua era moreno y con poco pelo y ahora después del tratado de belleza a base de plancton adherido a su pelo era rubio y con una melena. Acercándote mucho conseguías adivinar colores alucinantes, aunque te quitaban las ganas de acercarte, pues la cantidad de erizos que se encontraban en la zona te hacían pensar el acercarte. Las púas de estos erizos, además de ser largas y afiladas, se dirigen hacia el objetivo a pinchar advirtiéndolo del peligro que corres de acercarte.
La abuela tiene una flotabilidad muy buena, su hidrodinámica es suave en el agua, no se cansa en superficie, eso sí, tiene miedo de romper algún coral con lo que cuando pasa de zona arenosa a arrecife se engancha de la grifería de su nieta y te lleva a dar, como digo yo, un paseo por el jardín del coral y las esponjas que decoran este jardín japonés que aunque los colores no son muy aceptables, a causa de la mala visibilidad, dan un aire de bosque encantado, donde los nomos duermen entre las gorgonias blancas de más de dos metros en forma de abanico gigante, las estrellas de mar son como demonios devoradores de arrecife. Se pueden ver estrellas del tamaño de un cojín (y no cojón), aunque si os digo la verdad también las hay del tamaño del otro. Las barracudas son como sombras fantasmales que surcan la niebla de algún cementerio. Sus ojos fríos y calculadores son capaces de atravesar aquella niebla espesa y dejártelos clavados en lo más profundo de tu cerebro, en pausa y listas para asaltarte en lo mejor de tus sueños.

De pronto entre mis piernecillas descubiertas, (al llevar un traje corto por las altas temperaturas del agua, 33ºC, favorecedora de esta sopa de plancton, alimento de animales como la manta y el tiburón ballena, pez que puede alcanzar los 18 metros de longitud), aparece a la altura de mi estómago una rémora adherida a mi como si me tratara de un tiburón ballena. La rémora, frunciendo el ceño y fijándose bien, no tarda en soltarse al ver que su hotelero tiene más forma de sardina que no de tiburón ballena.
Mi corazón se pone a parir…
Si termino de ver en este bosque encantado a una rémora adherida a mi, seguro que venía adherida a otro huésped y al despistarse topó conmigo y se enganchó durante un momento. Mis ojos giran 36000000 grados en busca de la sombra de algún pelágico de los que pueblan estos mares, pero la espera fue en vano, ni tiburón ballena ni manta, la rémora apareció al cabo del rato y me dio un susto que casi vomito el regulador, no comentaré donde me golpeo suavemente.

El día 10 de marzo ya embarcamos hacia las islas Similan, en el Mar de Andaman. El crucero va estar compuesto por 11 buzos de Piscis Diving y nuestro divemaster será Blackie, a quien todos ya conocéis por lo del tsunami.
La visibilidad para esa zona de la expedición será de unos 30 a 40 metros.
La temperatura del agua unos 28 – 30 grados, y la mar plana.
Las cartas están echadas. El objetivo sería la manta y si puede ser,……jesusito de mi vida…….el tiburón ballena. Tres años en Tailandia y el primer año no lo vi porque cogí infección de oído, el segundo vino el puñetero tsunami y este……

A finales de mes ya estamos por la Costa Brava. Ya os pondré al corriente de lo que fue nuestra 5ª expedición de Piscis Diving, con unas ganas locas de volver a nuestra mediterránea.

Buen buceo buzos,
Fran