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Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 01.08.07 : «Sobredosis de Nivea»

Las vacaciones a la vuelta de la esquina. Los reguladores revisados y a punto y todo un abanico de posibilidades subacuáticas delante de nuestras máscaras. La visibilidad va rondando de los 15 metros a los 25. La temperatura de 24 grados y a 21 en lo más profundo. La vida a reventar y los psicópatas a bordo de sus barquitos a 33 nudos al lado de nuestras embarcaciones, pero no pasa nada, solo durará un mes.

La primera inmersión de la mañana siempre tiene algo especial. Todo transcurre con más tranquilidad. El viento a penas se nota. El ruido de la población no es más que un murmullo molesto que rezumba en nuestras neuronas. Los psicópatas oligoelementos, que estrenan la temporada con su chachipiruli barco nuevo de trinca, todavía se están recuperando de la resaca y ahora desayunan con la parienta, que seguro ya le tendrá los cascos bien calentitos. El macho cabrio, cargado hasta las cejas de los típicos enseres, se dirige a su 4×4 sudando la gota gorda, con la ternasca a la altura de la oreja, dándole por detrás. Al subir a la embarcación, después de varios intentos fallidos y aun cargado con la mitad de cosas, el resto flota en la superficie… el patrón busca algo desesperado. «Ya te lo decía yo», comenta una bola pringosa, con una sobredosis de nivea, que con el culo en pompa recogía los restos del picnic mañanero que flotaba en la superficie.
Nuestro amigo, con su gorra y todo, se dirige sigiloso al cuarto oscuro, donde en un abrir y cerrar de ojos ya le ha dado el primer lingotazo a una botellita de torres 5 que tiene escondida detrás de las bengalas de señalización.
Con la tensión arreglada por el efecto del alcohol, larga en banda y ya navega a tal velocidad que sus vecinos de amarre acaban morenos con el cafetito que se terminaban de poner y quemaduras de 3r grado. La bolita de nivea yace tumbada en su amaca. En la hamaca ya se distingue cual es de cual, pues como si se tratase de la mismísima sábana santa, dibuja la forma de aquel ángel embadurnada de nivea hasta las mismísimas trancas. El marido, ya a 33 nudos y con la barbilla bien levantada, mira hacia delante, pero nunca hacia los lados, al parecer tiene miedo que el viento le joda el visoñé y se le quede todo el cuero al descubierto.

Y ahí estamos nosotros. Un puñao de hombres rana con nuestra calma, equipándonos, echando unas risas, imaginando lo que nos va a dar este buceo y de repente, llega este oligoelemento provocando un tsunami. La distancia era tal, que de ahí deducí que la señora iba con sobredosis de nivea, porque la brisa marina se trasformó en aquel olor dulzón mezclado con salitre que nos recuerda a todos que estamos de vacaciones, incluso ellos, y yo me pregunto : ¿donde está la autoridad?

El tema de la reserva subacuática está tirándose para delante. No paro de darle vueltas a la cabeza pensado en la maravilla de lugar en el que se puede convertir Sant Feliu de Guixols con toda su costa protegida, donde nada más se pueda desarrollar una pesca artesanal por los cuatro pescadores que quedan, donde se reducirán tanto el número de buceos como cualquier actividad dañina con el medio.
Esta mañana desenrollé 6 gorgonias que estaban siendo asfixiadas por sedales perdidos por los pescadores de caña. Uno de estos seres puede vivir durante décadas y su crecimiento apenas es de 2 de centímetros al año. En un día de mala pesca, de esos días en el que todo el rato enrocas, además de dejar el plomo que es altamente contaminante, tras de si arrastra un enorme sedal de 10, 20, 30 metros. Va dándole latigazos al arrecife hasta que queda completamente liado de sedal produciendo la muerte sin distinción de cualquier ser que quede tocado por esta horca asesina.
Cuando esté protegido ya no podrán navegar los barcos por encima. El ruido desaparecerá para estos seres que ven perturbado su comportamiento con tanta contaminación acústica. Es como si permitiéramos que por los bosques rodaran vehículos con el tubo de escape abierto en canal.

Los escupidores afilan las máscaras. El día amaneció como aquellos de septiembre donde el neopreno no molesta y la deshidratación no te pone el corazón a mil. El plano del arrecife lo tenemos justo debajo del barco. La visibilidad: 25 metros. Parece una maqueta. El agua a 24 grados y los buzos que me toca guiar me inspiran tranquilidad. Últimos retoques del equipo: máscara, cámara, el ok y la señal de descenso ya la hago soltando el aire por la traquea. Suavemente nos vamos adentrando en el reino de neptuno con nuestras respiraciones suaves y acompasadas. Nuestros ordenadores nos van regalando minutos de buceo. La inmersión, repleta de sorpresas, va dejando tras de si todo un menú degustación de la grandeza de esta mar Mediterránea: sargos imperiales, lubinas, meros, dentones, llíseras, bogas, brótolas y nudibranquios de todos los colores hasta 5 diferentes llego a contar durante la inmersión. Cuando apenas nos quedan 80 atm, dos seres surgen del azul, con movimientos encantados nos vuelcan el corazón. Por momentos tengo la sensación que mi corazón bombea nitrógeno y no sangre. La sensación de estar bajo los efectos de la narcosis recorre todo mi cuerpo en forma de hormigueo. La erección que acompaña a mis articulaciones es instantánea. La cámara apunta hacia el objetivo. Mis ojos se clavan en la pantalla. El white balance programado y mi dedo en el gatillo a punto de inmortalizar a estos turistas accidentales que encuentran aquí refugio, no se pa qué, pero lo encuentran. Una de ellas gira bruscamente dejando a la otra alejarse en el azul. El animal gira y viene directo a mi. Los nervios del momento me hacen fallar y le vuelvo a dar a grabar, o sea que apago la cámara y desperdicio aquel plano que me termina de regalar aquella águila marina de más de un metro y medio, que se termina de ronear con su aleteo hipnotizador.

Después del momento mágico toca subir a la embarcación, pero antes recupero el aliento, espero que se me bajen las pulsaciones y las empiezo a imaginar una y otra vez. Realmente es una putada ver un bicho de estos. Ahora las siguientes inmersiones las desperdiciaré mirando hacia el azul en busca de encantadoras sirenas y me perderé todo lo que esta alfombra animal alberga estos días en sus grietas y hendiduras. Este maravilloso Port Salví.

Buen buceo buzos,
Fran