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A continuación: Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 18.03.07
Hola buzos!! Ya quedan pocas semanas o mejor dicho pocos días para que volvamos a encontrarnos en nuestra querida Mar Mediterranea. Este invierno ha sido escaso en cuanto a cuadernos de bitácora. Todavía tenemos pendientes contaros el crucero con nuestros buceadores de españa y …. casi os daba la primicia, pero ya hice ese error con la familia de Fran así que, aprendida la lección, no os adelantaré nada y dejaré que siga siendo Fran el que os ponga al día de nuestras aventuras y desventuras. 🙂
¡¡¡Volvemos a estar abiertos a partir del 6 de Abril !!!
HASTA PRONTO!!
Janine y Fran

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Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 18 de Marzo del 2007

Hola buzos,
Como siempre, una llamada precipita los acontecimientos. Toda la mañana enganchado al portátil en el porche de casa con la radio española vía Internet escuchando a los maestros liendres que de todo saben y de nada entienden y viendo como encabronan a una parte del pueblo con la otra. Mi estado de ánimo no es de los más buenos, llevo 4 días sin meterme la dosis de nitrógeno y mi síndrome de abstinencia lo acusa agravado por la mala leche de estos peces radiofónicos que van de pecera en pecera criticando y machacando a su compañeros. ¡Qué trabajo más desagradable! con tan mal royo de unos y otros y el pueblo escuchado esas realidades estratégicas por parte de los unos y los otros. La llamada es de Rodri, el boatmaster de un barco de aquí. Rodrigo y Andi son unos buzos de Madrid que se dedican a hacer de una especie de ONG al mismo tiempo que están trabajando en el barco. Se buscan entre inmersión y inmersión un hueco para enseñarles inglés a la tripulación tailandesa, víctimas del tsunami hace dos años.

Cómo en todo el mundo, existe el idioma de la oportunidad y ese idioma aquí es el inglés. De tu inglés depende que tu familia tenga un apoyo económico importante, como ocurría antaño en españa con las familias que más tenían que ayudaban a sus parientes, y así con este dinero recaudado a lo largo de largas jornadas de trabajo las familias conseguían reflotar sus economías y la de su país.
Ver a Rodri y a Andi como dan las clases me enternece. La ilusión con la que los tais atienden es alucinante. Ahí, enfrente de la mismísima isla de Koh Bon, amarrados a una boya con aquellas paredes tapizadas por una moqueta, semejante a las de los campos de golf, con aquella jungla densa que acaricia el mar calmo, las águilas pescadoras que con su pecho blanco se lanzan contra la superficie y cazan una y otra vez. Es un paraíso donde dos madrileños regalan su tiempo a una tripulación que se deja la piel en ayudar a los buzos y a aprender inglés.

Rodri termina de llamar. Un divemaster ha fallado y vienen con un pick-up a buscarme. Que lo tenga todo preparado en 5 minutos. Pero, como preparo todo mi equipó en 25 minutos, seguro que me olvido algo. Dios mío que nervios, ya veo el coche que me viene a recoger y todavía estoy en calzoncillos. Joder que nervios! A ver, que no me olvide nada: la cámara sobre todo, el cepillo de dientes, el equipo de buceo, el mp3. Vámonos!!!

El barco es de los moqueteros. Las condiciones para dormir de los trabajadores no son muy buenas. Sientes correr por tu cabeza de vez en cuando alguna cucaracha, incluso tengo la experiencia en este barco de haber pisado una con el pie descalzo, fue sin querer claro y además muy desagradable crujió como una palomita y dejó un rastro de liquidillo en la planta de mi pie.
La tripulación ya me conoce. En cuanto nos vemos ya vienen a darte un abrazo, aquí en Tailandia lo del contacto físico no es habitual, se suele guardar bastante las distancias, pero como el barco lo lleva un equipo de trabajo español y en casa nos acurrucamos tanto, pues en este barco igual. Mami, la cocinera es la que más rato se queda abrazándome. Tengo la sensación que mi abuelita me estaba esperando. La mala leche que traía se me desvanece. ¡Me voy a bucear a las Similand! Es mágico.
Mami, una tailandesa, que me recuerda a la Mami de la película «Lo que el viento se llevó», pero en versión Tai, sabe como cuidarnos, aunque el barco es una caja que navega escorado a estribor, la Mami hace que todo el mundo esté lo más cómodo posible.
– «Ven a la cocina!» me dice.
– «Tengo un regalo de Sant Valentín para los buzos», se había entretenido en pelar unos tomates en forma de rosa para que se la diéramos uno a uno a todos los buzos en señal de amor hacia todo el mundo. Era el día de los enamorados, de los enamorados a la vida y se había levantado a las 5 de la mañana.

La inmersión ya casi había terminado, un regalito más nos iba a regalar este mar de Andaman. La visibilidad era increíble, la temperatura del agua rondaba los 30 grados. Solo estábamos a 5 metros sobre una colonia de pelotas de coral que reposaban sobre arena blanca. De uno de estos pináculos sobresalía la cabeza de una morena enorme, debía de medir más de 3 metros, su cuerpo se deslizaba en busca de un agujero donde guarecerse, y ahí fue donde se fundió con la piedra dejando sobresalir la mitad de su cuerpo. Una buza se encontraba muy próxima, mi señal la entiende al momento: -«acércate más», pero aquélla buza sigilosa mira de reojo al pináculo. Otra morena sale del coral a la altura de sus piernas. La buceadora se asusta. No me extraña, es enorme. Intento tomar un plano más pegado a la roca, con cuidado de no lastimar a la Roca, pero a la altura de mi otra pierna sale otra morena enorme que respira casi apoyando su cabeza sobre mi pierna. Las gambas limpiadoras mordisquean la piel de la morena en busca de parásitos, parecen que están bastante tranquilas, así que, venga, al toro y a arrimarse. Dos respiraciones y ya tengo a la buceadora en plano. 70 minutos de buceo y un regalazo en la parada de seguridad.

Buen Buceo Buzos,
Fran

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