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A continuación: Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 22.01.07

Queda menos de un mes para que nos vayamos de viaje a las islas Similans. Si alguno de vosotros está todavía interesado en apuntarse en el último momento no hay ningún problema, tan solo los vuelos los tendréis que conseguir vosotros. Embarcamos el día 22 de febrero a las 16h en Pucket, tan solo dejarme saber cuando llegáis y nosotros os vendremos a recoger al aeropuerto y nos ocuparemos de todos los traslados y vuestra estancia en este paraíso tropical.
Ayer volvimos de un crucero y vimos entre 20 y 30 mantas sin contar los tiburones leopardo, puntas blancas, los peces de coral, etc, etc, etc. El agua ahora mismo está impresionante.
Os esperamos!!!!

Nuestro teléfono de contacto en Tailandia hasta el 28 de Marzo 2007 es el:
(0066) 8768.33122
– Cuando estamos embarcados no tenemos cobertura y no quedan registradas las llamadas perdidas, así que si no nos localizáis mandarnos un e-mail y en cuanto toquemos tierra os contestamos.

Un abrazo muy fuerte,
Fran y Janine

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Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 22 de Enero del 2007

Hola buzos,
la situación por aquí en Tailandia es aparentemente de lo más normal, si no fuera porque sabemos que hace algunos meses hubo un golpe de estado que protagonizó el rey, se podría decir que la vida sigue igual. Al parecer el antiguo presidente era una especie de berlusconi que tenía gran parte de los medios de comunicación a su servicio y algunas de las empresas más importantes del país. Al parecer al rey no le hacía mucha gracia que un solo hombre tuviera tanto poder en el país y de ahí el golpe de estado.

Al llegar a Tailandia este año me llamó la atención que gran parte de sus ciudadanos llevaban un polo amarillo, es el color de la monarquía en este país. Según van pasando los días, ves que lo que parece una simple camiseta es mucho más que eso, es como gritar en amarillo, que el pueblo está al lado del rey. En principio el golpe de estado fue sin heridos, ya que el rey es en Tailandia una persona muy respetada y querida. El pueblo tailandés aceptó el nuevo sistema pero, de unos días para atrás, una serie de artefactos han explotado en diversas zonas. La gente dice que es el mismo presidente expulsado al que se le ha visto por los países colindantes, preparando lo que sería su vuelta, menudo gilipollas, a base de bombas no se arregla nada y en Madrid, más de lo mismo, los 4 hijos de Pta de siempre ya han tenido que matar una vez más. Malditas pisturas de guerra! sean de un color o de otro. Es que esta gente no tienen corazón, mafiosos de mierda, qué poder supremo te da matar a otro ser!!

Fin de año subacuático en las islas Similand :

¡¡¡Madre mía que locura!!! Nos han llamado a las 9 de la noche para venir a buscarnos para trabajar en Similand. No sabemos ni que barco es, ni si es una encerrona de la policía tailandesa para ver si tenemos los papeles para poder trabajar, la cuestión es que una chica medio en tailandés medio en ingles nos ha dicho que a las 6 de la mañana viene a buscarnos un coche para llevarnos a 2 horas de camino donde nos espera un barco para llevarnos a currar al mar de Andaman.
Janine parece que se termine de comer un plato de aquellos picantes que te ponen por aquí. Da saltos de un lado al otro haciendo sus suposiciones y con cara de preocupación me dice que qué hacemos. A lo que yo le contesto:
– «Pues bucear».

No pego ojo en toda la noche. Entre un mosquito que se ha colado dentro de la mosquitera y las pesadillas con la policía turística, la noche se me hace un velatorio donde entre suspiro y suspiro empiezo a imaginarme en el fondo de Similand, buceando 4 veces al día en un barco que no conozco, con una gente que no sé nisiquiera de donde han sacado nuestra tarjeta … , estoy al borde de una crisis de ansiedad …

Las 4:30h y ya estoy duchado, afeitado y otra vez sudado. Entre los nervios y el calor las duchas aquí son poco efectivas. Los 50 kilos de equipaje que llevamos cada uno me hacen sudar todavía más. Y entonces llega un coche con los cristales tintados,
– «Madre mía!», le digo a Janine. «Mierda… es la pasma y somos unos simpa» Desde que hubo el golpe de estado la policía se ha puesto más dura con la gente que no tiene visado para trabajar, ni ellos mismos saben que es lo que tienen que hacer.
En la calle no hay nadie. Algún buda descalzo, vestido con su atuendo naranja en busca de la limosna mañanera que todos los días recibe a cambio de algún tipo de bendición que da en voz baja, algún perro sarnoso, algún tai poniéndole el desayuno a sus espiritus, y Janine y yo, 2 blancos en medio de una diana anaranjada. El coche abre la puerta y de un suspiro sale de él una tailandesa de aquellas que por su dulzura te hacen tranquilizarte en el instante:
– ¿Janine, Fran? Sabadi May Kah. Soy Lisa, la manager de Siam Divers. ¿Lo tenéis todo? ¿Necesitáis algo? ¡todo este equipo es vuestro! Esperar un momento que llamo un pick up y vosotros os venís en mi coche.
Nos miramos Janine y yo, no parece una policía. Es lo que dice que es. Los nervios se me escurren por los pies y nada más montarme en el coche me quedo dormido en busca de la recuperación de sueño que la noche anterior perdí. Al abrir los ojos ya estamos en el puerto. El trabajo es frenético. Los equipos de inmersión van de un lugar a otro en busca del bote correspondiente. A nosotros nos dicen que nos pongamos un té y que nos relajemos. ¡Pero como me voy a relajar con todos aquellos equipos de inmersión para arriba y abajo! Japoneses, singapurenses, alemanes, suecos, franceses, suizos … es un ir y venir de gente de todas partes del mundo, con la mismas expectativas, meterse su dosis de nitrógeno.

– «Vuestro barco es el nº 3, ya os podéis ir. Nos vemos en unos días. ¡Feliz año nuevo!»
En el puerto nos espera un speed boad, que es como una lancha deportiva que nos llevará hasta las Similand en 1 hora y media. Mp3, música de los 60 y venga, ya nos encontramos navegando a 40 nudos en una embarcación que lleva a trenta personas enlatadas, con cara de susto. Los patrones de las embarcaciones se pican uno contra el otro y juegan durante el trayecto con la estela que va dejando el barco ganador.
El barco nodriza ya está a la vista, la embarcación aminora la marcha y en una maniobra de manual abarloa a estribor del que será nuestra nueva casa durante los próximos días. En cubierta nos espera un hombre anglosajón. En cuanto se paran los 400 caballos de nuestra embarcación, John Wein aparece en escena.

John Wein
No tengo ni puñetera idea de donde han sacado a este personaje, pero tengo la sensación de estar metido de lleno en la película de la chaqueta metálica, con aquel sargento chusquero que no sabe como hablar sin gritar.
– «HELLO EVERYBODY!!! MI NOMBRE ES JOHN (John Wein le pongo automáticamente), TODO EL MUNDO A LA 2ª CUBIERTA PREPARADOS PARA EL BRIEFING, BUCEO EN 20 min., EL QUE NO ESTÉ PREPARADO SE QUEDA A BORDO!!!»

Madre mía, somos más de 60 personas, de un montón de nacionalidades del mundo, que se miran unos a otros sin saber exactamente donde nos estamos metiendo. De repente John golpea la nevera metálica produciendo un estruendo escandaloso, la gente despavorida mira alrededor alucinando por las formas. Automáticamente, John se abre una pepsi larga y le da un sorbo, tal como la bebe la deja enterita en la caja de plástico con el resto de cascos y comienza el briefing. Después de las bromas pertinentes, con las que solo él se ríe, coge una loncha de tranchetes y empieza a pasearse por la cubierta, dando el briefing de la embarcación con aquel trozo de queso deshaciéndosele el las yemas de los dedos y entonces se gira. Se ha oído un ruido. Es un buzo que comenta algo con su compañero. Los ojos de John se clavan en la nuca del que interrumpe. Su mirada es fría y fija en el infinito. Se produce un silencio tenso en medio de más de 60 personas. Los japoneses, respetuosos como siempre, abren los ojos más que nunca. La gente de Singapur borra la sonrisa de sus caras. Los franceses hacen morritos y se escucha algún «Mon Dieux, Mon Dieux», tengo la sensación de estar en el colegio con aquel mamón de profesor que siempre te acababa amargando el día. El silencio vuelve a estar presente. John prosigue su briefing. Otro ruido más interrumpe otra vez, esta vez es un ruido calculado, se trata de la tostadora que se encuentra a muy pocos metros de distancia, John alcanza sus tostadas e introduce su queso ya desgastado por las yemas de los dedos y le da el primer mordisco.

Este hombre creo que ha visto muchas películas de aquellas de Jarri el sucio, solo le falta la mágnum en la pistolera.
Otro sorbo más a la pepsi, y otra vez a la caja de los cascos vacíos. El hombre ya ha dejado claro con sus idas y venidas donde las 60 personas han de dejar los cascos utilizados. De repente, cuando ya solo le queda un mordisco del pan bimbo, se levanta lentamente sin perder el control de toda aquella jauría de buzos que desean arrancarle a las botellas de aire comprimido hasta la última gota de nitrógeno, y se dirige al cubo de la basura orgánica y allí mismo tira el ultimo bocadito de su entrepan. Joder que cabrón pienso yo, se lo podría haber comido. Tirar la comida no me hace a mi mucha gracia con toda el hambre que hay por el mundo, pero el gesto, intencionado de este personaje, deja bien claro donde se deposita la basura orgánica. Seguidamente coge una servilleta, se seca los morros y paseando como el que va de tiendas lo tira en la papelera de la basura normal.
Estoy flipando por momentos. Una pausa valorativa de unos segundos, donde el silencio escalofriante del que manda se vaporiza por la cubierta de aquel barco factoría. Unos segundos eternos después, se oye el nombre de los buzos y su correspondiente guía, a mi me han tocado 2 singapurenses entre medio de 20 más de su nacionalidad. Al momento de presentármelos ya los estoy confundiendo con otros que pasaban por ahí. Me parecen todos iguales. ¡Joder que nervios! ¿Y como le digo al tío este que he perdido a mis buzos ya antes de entrar en el agua? De repente, entre la muchedumbre, surge Cedric y me empieza a poner al día de como funciona aquella factoría de buceo. Menos mal, pues entre mi ingles que es el que nos inculcaron nuestros políticos en mi generación y el acento de este hombre que parece que se haya dejado el caballo amarrado a un norae, no me he enterado de casi na.

Comenzamos a descender. El agua está a 21ºC. Al contrario de lo que pasó en el mediterráneo este año, subiendo 7 grados su temperatura, en el mar de Andaman ha sucedido todo lo contrario. Durante unos días, la mala visibilidad y las termoclinas de aquellas que te hacen encoger las criadillas nos hicieron pasar unos buceitos fresquitos, sobretodo a todo aquel que vino a bucear con su traje corto de 2 milímetros. Los japoneses que ya en superficie me parecía que tenían mala cara, después del buceo era aun peor. Al paso de los días y con el agua algo más caliente, a 28 grados, me di cuenta que los japoneses siempre tenían esa cara, aunque mi sorpresa fue peor cuando un día metiéndome el madrugón para poder ver el amanecer en Similand, que es fantástico, me encontré a un japonés recién levantado y en bañador que miraba el sol como yo. No sé si era que se terminaba de levantar o que el sol le arrancaba una mueca, pero aquello era horrible, sin comentarios.

La inmersión de hoy fue maravillosa. La primera de la mañana a las 6:30h es la que más me gusta. La luz que atraviesa la superficie es celestial. El azul del agua y la temperatura es una fusión de sensaciones la cual me hace entrar en un estado de trance que me trasporta a la mismísima luna. Cuando ya alcanzamos los 25 metros una nube de barracudas nos dan los buenos días con esa sonrisa terrorífica que se clava al instante en nuestro subconsciente. Los peces cristal tapizan el arrecife produciendo estados de mala visibilidad. Los buzos son buenísimos. Los cuarenta metros nos están esperando. El descenso es lento para poder asimilar el nitrógeno mañanero. En la arena blanca y pegado al arrecife un tiburón leopardo de unos 3 metros nos espera con su movimiento de branquias característico. Sin perturbar su sueño nos aproximamos desde la arena, pues el leopardo si te siente por encima se levanta y se va. Unos momentos de encuentro y comenzamos el ascenso. No quiero apurar la descompresión, nos quedan 3 buceos y el día será productivo. Al llegar a la cumbre de la roca cojo rumbo al azul en busca de sorpresas. La parada a 5 metros la hacemos deslizándonos en la corriente en medio del azul y de aquel sol que rompe nuestro techo con la realidad. Una sombra se ve en el azul. Es oscura con un borde blanco que recorre todo su cuerpo. No distinguimos qué puede ser. Es muy grande, 8 metros calculamos, voluminosa y ágil. De repente se empieza a ver. Nos ha visto y viene a vernos. Es una manta. Durante ese momento cesamos de nadar. Los buzos alucinan. Es preciosa. Comienza a dar volteretas, a hacer piruetas, a bailar para nosotros. En un abrir y cerrar de ojos, otra manta sale del azul. La bailarina ya tiene pareja. Su danza se hace frenética, por momentos con una elegancia y dulzura que nos deja a todos hipnotizados. Las mantas tienen en este baile particular unos invitados de considerable tamaño que mareados acompañan a las mantas en su frenesí por la protección del pez. Son rémoras que despistadas se unen a nosotros en busca de ese manto negro y blanco que tienen las mantas.

Buen Buceo Buzos.
Fran

Piscis Diving
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