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bucear costa brava



Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, EXPEDICIÓN MAR ROJO 2005:

Hola buzos,
El viaje al Mar Rojo ha sido una verdadera locura. La tripulación del King Snefro, con Hani al mando, nos ha tratado de lujo.
Los buzos:
– Sergio «el Veterinario», mote ganado por haber salvado al mar de 22 kilos de plomillos de pesca en 2 inmersiones del Port Salví y por haber extraído anzuelos enganchados en las gargantas de las morenas de SFG
– Ismael, su compañero, alias la «enfermera», encargado de sujetar al congrio que cae en sus manos mientras Sergio extrae el anzuelo
– Montse y Toni «la familia medusa», conocidos por todos los peces que han visto como dejaban el fondo de limpio (no dejando ni un sedal asfixiando a gorgonias y otros animales).

El comandante Toni siempre está ahí, desde uno o dos metros por encima del grupo está ojo avizor controlando todas las burbujas. Debajo siempre tiene a Montse, la cascabeles. Montse su especialidad es encontrarlo todo:
Si ve un pulpo: te avisa.
Si ve una escórpora: también.
Si ve una tortuga: queda claro por la amplitud del cascabeleo que viene una tortuga o que se han caído de algún barco un rebaño de ovejas del desierto del Sinaí.
El fondo de pantalla de mi ordenador me lo regaló ella avisándome de una estrella de mar tan bonita que seguro que el creador de esta maravilla, que es el Mar Rojo, hizo en un día de inspiración. Luego está el pez piedra que seguro que lo hizo en un día de estreñimiento. Que además de ser pa cagarse y no echar gota, pues con una picada de este pez te vas para el otro barrio, donde dicen que el agua es limpia (100 metros), no hay contaminación y es obligatorio pasárselo bien.

– Bruno, alias «la rémora», encargado de las filmaciones y reconocible debajo del agua por la tubería con luces y botones que arrastra. Penitente de su adicción al nitrógeno y las filmaciones subacuáticas.
La rémora siempre estaba. La rémora aparecía por detrás tuyo y estirando sus ojos artificiales preñaba su cámara de imágenes y momentos inolvidables. La elegancia de su flotabilidad me alucinaba. Entre tanto coral es difícil no tocar con los apéndices del equipo, y portando artilugios de semejante tamaño la cosa se complica. El rémora era capaz de demostrar su arte en el respeto a la vida.
No como algunos rusos que no dudaban en pisotear centenares de años de vida de un animal fascinante. Aunque no todos eran así, «Varkoski»…, es una historia a parte…

– Gisela, la abuela de Janine, reconocida por todos por la abuela de todos. 66 años y 4 buceos al día, algunos saltando del barco en plan comando porque el estado de la mar no ha sido del todo buena y había peligro de que el barco encallara contra el arrecife. El salto era en marcha y con los chalecos deshinchados nos sumergíamos directamente para evitar que las olas nos montaran en el arrecife. La cosa no estaba para dudar. Si la tripulación veía que alguien dudaba en saltar no dudarían en cogerlo por la gritería de la botella no dejándolo saltar. La abuela con sus 66 años no dudó en ninguna inmersión en saltar como el primero.
Hablando con ella me dijo que ella lo que le preocupaba era tocar el coral y romperlo, que por eso prefería ir cogida de la gritería de Hani, el Divemaster, mientras hacían la inmersión. Con su moto como ella dice. Lo que más le impresionaba eran las inmersiones en las que el corte del arrecife caía hasta los 700 metros, perdiéndose la imaginación en el azul que descendía haciéndose cada vez más profundo.
El tigretón, como decimos los ibéricos (Thistlegorm), le gustó mucho. Al principio se asustó un poco con todos aquellos artilugios, motos, coches, cañones, antiaéreos, botas de agua y todo ello envuelto por un clima de penumbra oxidado que atraía tu curiosidad sintiéndote llamado por una voz interior que te empuja a ver qué habrá en la siguiente bodega. Ver una moto de la segunda guerra mundial recubierta por 60 años de sepelio impresiona al más pintao. El exterior del barco estaba completamente lleno de peces de todos los tamaños que se perseguían unos a otros en busca del desayuno.

– Tamara y Fernando alias «los descubridores», en cada cosa que veían se les notaba que estaban disfrutando. Tamara alias el globito consiguió adaptarse de tal manera al medio que en una foto que se hizo con un pez globo no se distinguía cual era quien. Fernando, el cazador, iba con su cámara cazando cualquier cosa que se moviera en busca del recuerdo de estos días. Tantos buceos al día castigan a los oídos de cualquiera y globito en una de sus inmersiones se le fue algún moquini hacia el oído y se mareó. El mareo duró lo que tardó en pasar una tortuga verde, que al vernos no dudó en comenzar a hundirse hasta los 35 metros de profundidad donde conseguimos cazarla con nuestras cámaras. El azul de fondo con la tortuga volando era de cromo, pero de cromo en movimiento. Ni la mejor televisión de plasma podía habernos ofrecido aquel espectáculo, con aquella luz matutina, donde a las 6 de la mañana nos lavábamos las cara y los dientes a 30 metros de profundidad, y el madrugón era ley de felicidad. Globito reaccionó muy bien al sentirse mareada sin ponerse nerviosa. Paró toda actividad avisando que algo no iba bien. Lo que está claro es que la hipnosis que produce una tortuga en el azul descongestiona. Eso esta claro!

– Birgit, nuestra apneista y mi suegra, alias «yo estaré por ahí», te la podías encontrar haciendo una apnea a 15 metros de profundidad señalándote que pasaba al lado tuyo una raya con brochazos azules que más que para camuflarse nos avisaba: (Alerta. Manténgase alejado. Porto aguijón y pincho). Por supuesto es más bonita que un ceda el paso, pero no deja de ser una señal. En Ras Mohamed, inmersión de bandera, vimos como se perseguían 4 de ellas deslizándose por el agua abrazando al coral manteniéndose a pocos centímetros de él. No dejando su vientre blanco al descubierto en ningún momento.

Las inmersiones han sido una delicatessen donde la tranquilidad ha reinado durante todo el safari. La rutina era fácil:
– 6,30h: brifing,
– 7h: te estás lavando la cara en el azul.
Después de quitarte el equipo, toque de campana y a desayunar. Un par de horas de descanso y ¡ala! otro buceito: barcos hundidos, paredes que caen hacia el azul profundo donde se podían alcanzar los 700 metros de profundidad y mirar para él era obligatorio en busca de algún pez pelágico de considerable tamaño. Las paredes estaban envueltas por tres colas de color naranja. Era una maravilla ver con el nerviosismo que se movían en busca de algo de plancton. La dirección en la que miraban nos indicaba la dirección de la corriente y en consecuencia hacia donde iríamos.
Las inmersiones se sucedían nadando a favor de la corriente, siendo mínimo el movimiento de nuestras aletas. En alguna la sensación de ir volando al lado de una pared era muy divertido. Las nocturnas las hacíamos dentro de los Lagoon, pues es donde el mar apenas se mueve y hace de puerto natural, un par de bigotes por proa y uno en popa y ya tienes el barco lo suficiente estático como para que no se te derrame el café. En los bigotes solíamos poner una luz de estrobo que nos indicaba cual era nuestra salida. Hicimos una inmersión nocturna donde todo o picaba o mordía o eso era lo que decían los libros, porque si te mantenías a una distancia segura no había motivo para preocuparse: peces escorpión, morenas con el cuerpo como el mío, erizos con púas venenosas que lucían moviéndolas vigorosamente y apuntando hacia donde te encontrabas, peces piedra mortales por culpa de un pincho que tienen como las escórporas, ellos solo lo tienen en las agallas , etc….
Los buzos barrían una y otra vez el fondo en busca de colores y formas jamás imaginadas. Peces cuadrados amarillos, peces amarillos fluorescentes, peces cristal, cualquier cosa era buena. La sensación era de que una nave espacial había aterrizado en un planeta y con sus focos escrutaba el fondo en busca de vida. La cara de los peces lo decía todo: «Era la guerra de los mundos», pero vivida en realidad.
De repente un foco ilumina delante mío. La luz va de un lado a otro. El dedo del buzo señala el fondo. Algo serpentea en la sombra de la noche. El bicho es grande, pero no me quiero llevar ilusiones … Por la mañana, en otra inmersión del fondo, vi aparecer algo muy blanco que venía del azul, por el tamaño y aun viéndose difuminado por la distancia me pensé, por su forma de nadar, que se trata de una manta de esas que sale en los documentales y que todavía no he visto. Cuando la distancia me permite ver lo que se aproxima de frente, a no mucha velocidad y con mi corazón al borde de pasarlo de vueltas, distingo a un ser blanco, completamente blanco, con un mini bañador de slip de donde deduje que era un macho al cual se le salían las criadillas por ambos lados de la licra como los del tiburón. Los apéndices que le sobresalían del bañador se asemejaban a ciruelas… pasas… ¡menudo escualo! Lo que me pareció la panza de la manta no era otra cosa que la enorme barriga que le asomaba bajo el jacket. Otra vez será…

Serpenteando delante mio tengo a una enorme morena, que termina, seguro, de abandonar su cabo del miedo para dar presa al primer pez de colores que se cruce en su trayectoria. Estas morenas de más de 3 metros impresionan por momentos. Durante el día se las suele ver descansando debajo de alguna mesa de coral sin apenas actividad, mientras que por la noche se transforma en un animal vigoroso capaz de cazar en lo más oscuro de la noche.

El próximo crucero está a la vuelta de la esquina. Será para Marzo y esta vez en Tailandia en las Islas Similan y Richelieu Rock. Los que os podáis escapar para las fechas que ya os confirmaremos mandarnos un mail y os mantendremos informados.

El safari ha sido fantástico. Muchas gracias a todos por los momentos tan maravillosos vividos.
Las fotos estarán en la web en cuanto tenga un momento.

Buen buceo buzos,
Fran