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Cuaderno de Bitácora Piscis Diving, 29 de Septiembre 2005:

Hola buzos,
Por aquí todo sigue igual. El agua saladita, las botellas a 200 bar, la visibilidad 15 metros, la temperatura 22 grados y el verano que parece que no nos quiere dejar, los peces a capazos…

A aquella tribu se les conocía como los escupidores. Se solían reunir alrededor de su neumática y mirándose unos a otros no dudaban es coger todo lo que les sobraba de su interior y en una deglución forzada depositaban el escupitajo en contacto con su máscara mágica.
Ellos lo sabían: una buena ensalivada evitaba la maldición del buceador.
Había quien incluso cuando llegaban las estaciones blancas y se desplazaban hacia la nieve no dudaban en escupir en las gafas de esquiar. Sus amigos no tardaban en hacerles algún comentario:
– «eres gilipollas?!», me decía un amigo
– «no, soy buceador». Y por acto reflejo al igual que hay quien se fuma un cigarro al terminar de hacer el amor yo suelo escupir cuando voy a hacer alguna cosa placentera, (no soy yo es mi subconsciente, o mi tontería, llámalo como quieras).

Cuando los buzos salen del agua es importante ver sus caras, en ellas llevan el reflejo de lo que ha sido su inmersión. Creo que el agua da la libertad. Creo que poder compartir con otra persona ese momento de ingravidez es fascinante. Cuando te pones a ver un documental de buceo y ves a los hombres rana como se deslizan por el medio acuoso te sientes especial. Por un momento flipas con la imagen y luego te das cuenta que para ti el estar ahí abajo es lo más normal del mundo.
Lo que me parece alucinante es ver a los jeiper man comando pato salvaje que se suelen deslizar en el mismo medio acuoso que nosotros. Estos seres pertenecientes también a nuestra tribu suelen desarrollar también nuestra actividad, pero creo que no con el mismo objetivo, creo que a ellos les mueve más otro reto y es el de demostrar que este deporte es para verdaderos caga bandurrias cargados de testosterona, los cuales no dudaran en poner en riesgo ni su vida ni la de sus binomios. Estos mismos seres no dudaran en enmarronar a su compañero al menor problema, sintiéndose este el culpable y pasando un verdadero mal trago.

Hace unas semanas vino a bucear a Piscis un instructor que traía un alumno y dos acompañantes. Al instructor no lo conocía, pero por teléfono ya me dio mala espina. Reservó diciendo que daba lo mismo donde lo tirara, que 5 minutos de buceo y arreando. Me pareció de muy poco respeto que alguien que hace desplazar a la tribu hacia otros territorios lejanos fuera incapaz de hacerles pasar un buceito como dios manda. Desde el principio hasta el final el instructor cometió un error detrás de otro. No eran errores simples, más bien comprometían la seguridad del grupo. Sin briefing pre-inmersión y ningún tipo de control fueron sumergiéndose uno detrás de otro hasta quedar en el aire solo unas aletas que tras la fatiga inicial consiguieron abandonar la superficie. No habían pasado 5 minutos cuando el único alumno que tenía el instructor apareció en superficie. Después de más de 10 minutos apareció el oligoelemento a buscar a su alumno. Después de pegarle una considerable bronca y de buscar en mis ojos la comprensión del momento, mandó al alumno para la embarcación no sin antes increparle una y otra vez lo malo que era.
El alumno con 65 años recién cumplidos y realizando su primera actividad después de haber estado trabajando toda su vida subía al barco cabi bajo y triste por haberse dado cuenta de que aquella ilusión que había tenido durante toda su vida no era lo que él había pensado, aquello que tantas veces vio en la televisión no estaba hecho para él, estaba hecho para machotes cuadrados y rambos que buscaban el elitismo y no el placer de estar con unos amigos compartiendo el mismo entorno.
Volviendo en el troncomobil para el centro, el instructor no paró de recriminarle la situación acaecida, hasta que uno de los buzos le dijo que él debía de haberse dado cuenta de que había perdido a un alumno al poco tiempo y que debería haber subido a buscarlo en superficie o eso era lo que decía el manual: «si nos perdemos: un minuto mirando a nuestro alrededor y si no nos vemos nos encontramos en superficie» y que era más responsabilidad suya que no del alumno el no perderse, a lo que el instructor le contestó que eso era lo que habían hecho, añadiendo, que se suele hacer entre un minuto y 10 ma o menos, porque la realidad del buceo no la marca la teoría sino la práctica (flipas con el instructor).

Que dios nos mantenga alejados de semejantes oligoelementos.

Al buceador jubilado pocos días después se lo llevó a bucear Janine y entonces vio que el buceo era algo relajado y simpático, no un Vietnam donde el que no siente las piernas es el más machote.

Buen buceo buzos,
Fran